martes, 23 de noviembre de 2010

Capitulo 38. Albinismo.

Perdón pero hoy va sin adelanto, chicas.
Capitulo 38
Albinismo.

- Te quiero.
Reí.
- ¿Ah sí? ¿Cuándo llegaste a esa conclusión? Yo también te quiero -rodeé su cuello con mis brazos y lo besé, pero una pregunta invadió mi mente-.
¿Y yo…? ¿Cuándo había llegado a esa conclusión?
- Siempre lo supe -contestó-.
Un minuto de silencio.
- JeyJey, tengo una duda.
Frunció el ceño.
- Pregúntame lo que sea.
- Es sobre Jane y…
Él sabría a qué me refería.
- Oh.
- Sí, oh. ¿Qué tipo de albinismo tiene? -recordé vagamente que había visto a una chica albina en una película y que me había parecido fascinante, así que había querido investigar un poco de eso en Internet. Supuse que siendo su mejor amigo, lo sabría y sabría todos los riesgos y etcétera-
- Albinismo oculocutáneo tipo 1. OCA1. Es el más frecuente de todos, pero aun así, no es nada frecuente ningun tipo de albinismo. Pero, además de cualquier burla que puedas llegar a enfrentar, tiene sus defectos; agudeza visual disminuida, visión estereoscópica reducida, y, claro, el tener que estar protegiéndote de sol todo el tiempo.
- Aun así no puedo entender por qué lo odia tanto. Ella es hermosa.
- Sí…
- ¿Sí qué? -pregunté-
- Sí lo es, y sí, lo odia. Una vez, salimos con ella y con Jack y unos chicos la miraban fijamente, todo el tiempo, habíamos ido al cine. Ella estaba convencida de que no la miraban a ella, pero yo y Jack estábamos casi seguros de que la miraban; sí la estaban mirando. Pero creímos que era por su belleza. Jamás nos habríamos imaginado que era por su albinismo -se encogió levemente al decir la palabra, pero intentó hacer que yo no lo note sin ningun éxito-. Descubrimos que la miraban por eso cuando uno de ellos se acercó y le preguntó “por esa cosa horrible que le pasaba a su cuerpo”. Estaba ebrio. Ella contestó que era albina y se puso a llorar. Esa fue la primera vez que nos dimos cuenta lo mal que la hacía sentir su condición.
Se me escapó un gruñido.
- Sí, ya lo sé -dijo él-. Es odioso. Pero ella vio una frase en Internet que decía “¡El albinismo limita, pero no impide!” y decidió no dejar que eso le duela, porque por mucho que intentábamos convencerla de que no era nada malo, ella no nos hacía caso. Cuando vio eso fue que recapacitó.
- Menos mal. ¿Y Jack…?
- ¿Qué?
- ¿Cómo lo lleva?
- A Jack le encantaría “eso” si no fuera porque ella lo odia, y, obviamente, a él no le va a gustar nada que ella odie. A él le encanta cuidarla como si fuera un bebé, pero sé cuanto le duele que ella sufra. Los días de sol Jack puede resultar insoportablemente cuidadoso, hay veces que hasta a Jane le molesta -rió entre dientes-. Resulta un poco obsesivo, pero lo entiendo. Con un mínimo rayito de sol se desespera y le lleva miles de cosas para que se tape. Y creo que tiene razón. Él solo intenta cuidarla, pero a ella le molesta que la cuiden tanto, dice que la hace sentir inútil -puso los ojos en blanco, mostrando su desacuerdo-.
- ¡Más vale! -la defendí-
- ¿Cómo que “más vale”? ¡Tiene que cuidarse!- Y lo puede hacer sola. Puede cuidarse sola.
- ¿Vos no estarás celosa…?
Esa idea me repugnó, ¡claro que no! Ahora que la conocía, no. Aunque claro que tendría excusas para hacerlo si lo necesitara.
- No sabes de lo que hablas, Jeydon.
- Perdón, perdón. Pero es que entonces no entiendo.
- Nos hacen sentir inútiles, como ella dice. Podemos solas con todo lo que tenemos que hacer. Es que ustedes son los fuertes, los inteligentes, los que pueden hacer todo al mismo tiempo… ¿Y nosotras? Dicen que somos débiles, quebradizas, frágiles… ¡frágiles! Imaginate como se siente ella con eso de frágiles. Si dicen que yo soy frágil, ¿Qué van a decir de ella? Debe estar harta de que no la dejen hacer cosas por ella misma. Claro que la entiendo.
- ¿En serio es así?
- ¿Por qué te mentiría?
- No lo sé.
Cuando me di cuenta, estábamos en frente de un cine.
Jane estaba sentada en un banco, con las piernas cruzadas, una remera manga tres cuartos azul Francia, unos jeans rasgados y una especie de boina grisácea. Se había pintado los labios de rojo y sus ojos claros tan marcados con negro miraban resignados e impacientes a la puerta de entrada.

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